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Las numerosísimas esencias conocidas y utilizadas y solo en mínima parte catalogadas en una taxonomía occidental, crecen y se articulan alrededor de plantas maestras, cuya forma y presencia determina una jerarquía biológica adentro de la selva. El bosque no es entonces un espacio amorfo de esencias, sino una red mapable, donde algunas especies ejercen una influencia sobre otras y en la que la comunicación entre elementos garantiza un equilibrio importante en la cadena biológica.
Muchas hierbas, arbustos y árboles se reproducen según una cercanía y complementariedad bioquímica: la medicina ashaninka la reconoce y repite en la creación de huertas, en la producción de alimentos y en la cura de enfermedades.
La observación minuciosa de las formas y acciones de las plantas revela sus propiedades, cuya expresión es conocida como espíritu. Cada esencia tiene un espíritu, traducible en nociones botánicas y en un sistema armónico. Cada sistema armónico a su vez se traduce en una vibración musical, un icaro. Del término quechua icaray, soplar con humo, el icaro forma parte de la cura y se usa con el compuesto de una planta.
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Liana de murcuhuasca
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